La guerra que había que ganar. Por Williamson Murray y Allan R. Millett (Reseña)

La guerra que había que ganar. Por Williamson Murray y Allan R. Millet, traducción de Jordi Beltrán Ferrer, Barcelona: Crítica, Memoria (2002). Notas al final del libro. Bibliografía. Pp. 736.

Prácticamente desde que este libro fué publicado en castellano por Crítica el 2002, siendo recientemente reeditado, he querido poder leerlo con detenimiento y habiendo ya recibido comentarios, tanto favorables como desfavorables, de esta voluminosa obra de los profesores Murray y Millett. Pero, por motivos diversos, no ha sido hasta este último que no he podido leerla con el detenimiento que se merecía y, aunque las catas selectivas previas me habían causado una impresión poco satisfactoria, al final mi impresión general ha sido positiva pero, eso sí, no sin ciertas reservas que expondré a continuación.

Por una parte, es constatable que los autores se han beneficiado de los tres volúmenes de Military Effectiveness, colección de ensayos que ambos autores editaron ya en 1988. Cada volumen de dicha obra es una colección de ensayos que tratan de evaluar la efectividad militar, desde el plano de la grand strategy hasta el meramente táctico, de las grandes potencias durante el período 1914- 1945, siendo cada volumen dedicado a la Primera Guerra Mundial, el Período Entreguerras y la Segunda Guerra Mundial. De dicho proyecto emana, en gran medida, la gran profundidad con que los autores analizan, en general con acierto, la interrelación entre la economía de guerra, política, armamento, planificación y dirección de las operaciones militares por parte de las grandes potencias participantes en la contienda. Por otra parte, los autores también muestran un destacable afán didáctico, tal y como se constata en los Apéndices de la obra, donde incluyen diversos ensayos dedicados a definir y explicar determinados conceptos al uso en la terminología militar, como pueden ser la logística o las operaciones de armas combinadas, además de versar sobre armamento e historiografía sobre la Segunda Guerra Mundial, dando especial énfasis a todo lo que se refiere a las Historias Oficiales publicadas por las potencias contendientes años después de finalizar la guerra.

En cambio, la metodología expositiva empleada esta resulta problemática. Los autores narran la guerra fundamentalmente a partir de la experiencia de los jefes militares y dirigentes políticos, girando la acción alrededor de estos. Si bien esta opción tiene la gran ventaja que la narrativa resultante sea atractiva y de fácil lectura, en ocasiones puede conllevar a conclusiones claramente discutibles. Un ejemplo claro se observa en sus conclusiones sobre el impacto del victorioso cruce del Mosa, por parte de las formaciones mecanizadas del PzGruppe Kleist, entre las jornadas decisivas del 13 al 15 de mayo de 1940. Entre otras cosas, caen en el error de querer identificar de modo simplista la  ineptitud individual de los jefes militares franceses también con lo que eran, además, claras deficiencias institucionales del Ejército francés en aspectos diversos (v. esp. p. 93). Incluso parecería que a los autores les resultase molesta toda explicación que, más allá de identificar culpabilidades individuales, trate de abordar la complejidad de las relaciones entre individuos y la dinámica interna sobre la que funcionan las instituciones sociales (v. caso de la p. 96). En todo caso, resulta un modo de abordar la cuestión concreta del análisis de la derrota francesa en la primavera de 1940 bastante pobre, como ya puso en su día de relieve Marc Bloch en su magnífica obra póstuma, La extraña derrota (la edición en castellano más reciente es la de Barcelona: Crítica, 2009), donde el célebre historiador somete a escrutinio, a partir de su experiencia como coronel del Ejército francés durante la campaña de mayo de 1940, los factores que condujeron a su sorprendente y rápida derrota ante la Wehrmacht.

Por otra parte, uno de los elementos más llamativos por parte de los autores es su empeño en no dejar títere con cabeza de prácticamente ninguno de los jefes militares de ambos bandos, salvándose totalmente de su afán iconoclasta sólo Erwin Rommel, sir Hugh Downing, Georce C. Marshall, David D. Eisenhower y algunos mandos militares secundarios que aparecen ocasionalmente a lo largo de la narración. Esta aproximación incluye también un sano escepticismo contra la aureola legendaria que suele rodear al generalato de la Wehrmacht, especialmente en lo concerniente a tanto su dirección de las operaciones como su moralidad y las Memorias que algunos escribirían años más tarde. Pero eso no obvia que, en ocasiones, resulte hasta cómica su insistencia en sentar a todo el generalato combatiente de la Segunda Guerra Mundial en el banquillo, usando la expresión – «The Man in the Dock»- acuñada por Eliot Cohen y John Gooch (en Military Misfortunes. The Anatomy of Failure in War, Nueva York: The Free Press, 2006 2ª edición).

A título de mera hipótesis, cabe preguntarse si los autores no reflejan en esta empeño el legado de la obra de sir Basil Liddell Hart, siendo este ya identificado – en otras cuestiones, eso sí- en su día por Harold Winton en una larga recensión crítica que dedicada a los volúmenes de Military Effectiveness referenciados más arriba (v. «Scorecards on Military Effectiveness», The Journal of Military History, vol. 58 nº 4, pp. 719-734. 1994). Pues uno de los elementos característicos y más queridos de Liddell Hart era, precisamente, su afán en identificar lo que él describía como «Great Captains», tratando además de clasificarlos en ligas de acuerdo a sus respectivos méritos militares fijados y valorados según su criterio. Posiblemente también emane de la obra del ilustre capitán inglés la, por otra parte, también ampliamente difundida tradición historiográfica que ha caracterizado negativamente el desempeño del Ejército británico, aunque también debe observarse que el argumento presentado por Murray y Millett no carece de fundamento si bien, en la actualidad, también empiece a estar ya algo superado. En cambio, resulta llamativa su caracterización en términos positivos de la figura de Montgomery, en especial su conducción de las operaciones militares.

Por último, cabe subrayar que los autores prestan una más que sustancial atención al teatro de operaciones del Pacífico y el Extremo Oriente a lo largo del complejo y sangriento período de 1931- 1945, analizando la complejidad de las operaciones aeronavales estadounidenses y japonesas de la guerra de 1941-1945 con gran éxito. En cambio, su aproximación a la Guerra Nazi- Soviética resulta, hoy en día, algo obsoleta. Aunque los autores superan en buena medida los viejos tópicos de la Guerra Fría, no dejan de reflejar el estado de la cuestión existente en el año 2000 de lo hasta entonces publicado por David Glantz y Jonathan House (entre otras obras, su When Titans Clashed. How the Red Army Stopped Hitler, Edimburgo: Birlinn, 2000 2ª edición). Aunque en su día resultó una novedad historiográfica importante que ha abierto nuevos horizontes y perspectivas sobre la Guerra Nazi- Soviética, en la actualidad empiezan ya a ser superadas, tanto por el mismo Glantz como por la publicación de los resultados de investigaciones más rigurosas de la evidencia en los testimonios documentales de los archivos militares rusos.

Pero, a modo de conclusión, no quiero dejar de reseñar el sesgo ideológico patente en el primer capítulo de la obra – «Los orígenes de una catástrofe»-, donde los autores no dejan de insinuar en varias ocasiones el argumento que la Segunda Guerra Mundial estuvo causada, en buena medida, por las deficiencias de la izquierda europea del Período Entreguerras; argumento muy trillado, pues bebe directamente de las tesis de F. Hayek y la llamada «Escuela Austríaca», cosa por lo demás coherente si se tiene en cuenta lo que explican los mismos autores en su apartado de «Agradecimientos» (p. 701):

Uno de nosotros contuvo el comunismo en el Caribe y el otro cumplió la misma misión en el Sudeste de Asia…

Retornando al primer capítulo antes referido, también es observable que los autores pasan de puntillas sobre el hecho que el Gabinete encabezado por Neville Chamberlain se sustentaba en la mayoría parlamentaria conservadora de la segunda mitad de la década de 1930, siendo el mismo Chamberlain un político conservador notorio y reconocido. Pero, una vez superado este poco recomendable primer capítulo, la obra resultará de enorme interés para cualquier lector interesado en la Segunda Guerra Mundial.

3 comentarios en “La guerra que había que ganar. Por Williamson Murray y Allan R. Millett (Reseña)

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