Ignacio Olagüe. Negacionismo e Historia

Fue hace años, cursando aún la licenciatura de Historia en la Universitat de Barcelona, cuando oí por primera vez de la obra de Ignacio Olagüe Videla (1903-1974), La revolución islámica de Occidente, publicada póstumamente en 1974. Luego leí Al-Andalus. Estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente de Pierre Guichard (Granada: Universidad de Granada, 1998 2ª edición) y llegué a la conclusión que la obra negacionista de Ignacio Olagüe no merecía que le dedicase ni medio minuto de mi atención, pues su lugar en las bibliotecas debía estar junto a los libros sobre ufología, el Club Bilderberg y similares.

Pero con el paso del tiempo, he ido observando que la Red bulle de usuarios que dan crédito a las tesis de Ignacio Olagüe, bastando como muestra la sección de comentarios de un reciente artículo del historiador Eduardo Manzano, titulado «¿Realmente invadieron los árabes Hispania?» pero que no enlazaré al estar éste alojado en un medio perteneciente a la AEDE. El artículo en cuestión está dedicado a refutar los argumentos de tan pintoresco personaje, quién sostuvo que la conquista árabe-bereber de la Península Ibérica tradicionalmente fechada en el año 711 y que, en realidad, no había tenido lugar, siendo el relato de las posteriores crónicas islámicas y cristianas un relato fantasioso pues en vez de una invasión tuvo lugar, durante el reinado de Rodrigo, una guerra civil que habría destruido el regnum Gothorum. Los contendientes en dicha conflagración armada serían los católicos trinitarios contra una variopinta coalición de adeptos al dogma arriano unitario, proscrito por Recaredo tras su conversión al catolicismo el año 589. A su vez, el Islam sólo arraigaría en Hispania por la acción de santones, misioneros y mercaderes, sólo teniendo lugar lo que Olagüe denominó como sincretismo unitario, es decir, la conversión de importantes segmentos de la población hispanogoda al Islam y que dató hacia mediados del siglo IX d.C.

Este heterodoxo relato de la historia de la Península Ibérica entre los siglos VIII y IX es el que, recientemente, se viene difundiendo por la Red, cosa que debe entenderse como una muestra de la naturaleza viral de la transmisión del conocimiento en las redes sociales: cuanto más extraño y rocambolesco, más crédito se le dará al margen de las fuentes y argumentos que en teoría lo sustenten. En el mejor de los casos, este relato sembrará el tipo de duda escéptica que situará las tesis negacionistas en el mismo plano de igualdad que el relato de la conquista del 711. Es por este motivo que me propuse escribir y publicar un ensayo recopilando la evidencia y argumentos que, sin lugar a dudas, sitúan al negacionismo fuera de la Historia científica y mandándolo al mundo de la ficción histórica al que realmente pertenece.

Es oportuno precisar que disto mucho de suscribir el relato repetido, una y otra vez, por la historiografía que deriva de la síntesis de Modesto Lafuente y otra historiografía española del siglo XIX sobre la Conquista árabe-bereber de la Península Ibérica. Como ya hemos constatado en otro momento, la historiografía española se ha caracterizado por dar crédito al relato catastrofista presente en las fuentes literarias y que hacen recaer las causas en la decadencia moral de los últimos monarcas del regnum Gothorum. Y eso por no hablar ya de su adhesión disparatada, con Claudio Sánchez Albornoz como máximo exponente, al relato tradicional de los orígenes del Reino Astur derivado del testimonio de las llamadas Crónicas Asturianas. Pero que estos relatos historiográficos resulten, en la actualidad, manifiestamente simplificadores e insuficientes no autoriza a dar automáticamente carta de validez al relato inventado por Ignacio Olagüe por el mero hecho de ser una versión alternativa. Este argumento resulta falaz pues la Historia, como disciplina científica que es, requiere que cualquier hipótesis sea sometida a falsación; es precisamente gracias al método científico como en la actualidad se cuestiona  el relato historiográfico tradicional sobre la Conquista y, por supuesto, es exigible y necesario que las tesis de Ignacio Olagüe sean sometidas a la misma crítica.

Sería presuntuoso por parte de un servidor asignarse íntegramente el mérito del relato que presentaré a continuación, pues en gran medida está inspirado en el último libro del profesor Alejandro García Sanjuán, La conquista islámica de la península ibérica y la tergiversación del pasado. Del catastrofismo al negacionismo (GARCÍA SANJUÁN, 2013). Este excelente estudio representa una crítica total y completa contra Ignacio Olagüe y sus epígonos, entre quiénes destaca actualmente el profesor Emilio González Ferrín, quién ya en su día recibió una contundente crítica por parte del mismo A. García Sanjuán en la reseña que le dedicó a su Historia general de Al Ándalus. Europa entre Oriente y Occidente (Córdoba, 2006) en las páginas de Medievalismo (GARCÍA SANJUÁN, 2006). Como un servidor no ha tenido oportunidad de leer este último libro, sólo puedo remitir al lector a los argumentos expuestos en las críticas ya referenciadas, sin entrar a valorar la misma.

La prueba del delito. (Fuente: MURADO, 2013: 80; el recuadro en rojo es propio; hacer clic en la imagen para ampliar)

La prueba del delito. (Fuente: MURADO, 2013: 80; el recuadro en rojo es propio; hacer clic en la imagen para ampliar)

Otra obra de los epígonos de Ignacio Olagüe la encontramos en el muy reciente La invención del pasado. Verdad y ficción en la historia de España del periodista y guionista de series de televisión Miguel-Anxo Murado (MURADO, 2013), quién le dedica prácticamente un capítulo entero (pp. 33-48) a exponer sus tesis aunque todo parece indicar que no llegó a leer su Revolución islámica de Occidente, si no sólo la Historia general de Al Ándalus de E. González Ferrín; es decir, sólo conocería las tesis negacionistas de segunda mano; de otro modo, no puede entenderse que afirme que Olagüe sitúe el inicio de la islamización en el año 756 (MURADO, 2013: 34-36) cuando el negacionista vasco no la identifica hasta la década del 850 (ver exposición en OLAGÜE, 2004: 232-248). Esta percepción inicial de escaso rigor metodológico se consolida al constatar que el autor se muestra negligente a la hora de plantear sus argumentos, siendo el caso más notorio su pasmosa afirmación sobre las combinaciones de estos elementos dramáticos permiten 1.332 tramas (36×36), a partir de las cuales se hace inevitable la repetición (MURADO, 2013: 80; las negritas son propias). Un error de estas características difícilmente puede achacarse a un gazapo tipográfico pero sí, en cambio, a su repetitiva tendencia a hacer afirmaciones rimbombantes sin cuestionarse previamente su validez.

Otro ejemplo lo encontramos en su inexplicable inquina contra los visigodos, llegando a afirmar que el reino visigodo careció de una cultura material importante (MURADO, 2013: 156), cosa que remacha en una nota (nota 14 en MURADO, 2013: 156 [225]) citando a A.L. Abós:

A no por las noticias escritas, los restos arqueológicos visigodos en la península son tan escasos que nada haría pensar en la existencia de un Estado godo

Afirmación a la que debería reponerse la última síntesis de dos volúmenes publicada por Ruth Pliego el 2009 y donde se exponen 7.461 monedas visigodas catalogadas aunque, probablemente, sumando las que se encuentren en manos privadas y sin catalogar, quizás el total existente de monedas ascendería hasta diez mil. Es decir, este corpus representa miles testimonios de los sucesivos reyes visigodos, máxima autoridad del aparato administrativo del regnum, en su afán para proclamar su soberanía efectiva sobre sus súbditos al acuñar moneda a su nombre. Al señor M.A. Murado le habría bastado hacer una sencilla búsqueda en Google para no caer en una afirmación tan ridícula que, por desgracia, no es precisamente la excepción. El autor, para cuestionar la historicidad del relato sobre la batalla de Poitiers (732 d.C.) muestra su extrañeza de constatar que esta localización estaría relativamente cerca de la Vouillè, donde los francos derrotaron decisivamente a los visigodos el año 507 d.C., indicando esta coincidencia que el relato sobre Poitiers sería una mera invención (MURADO, 2013: 43). Tal interpretación resulta de lo más absurda, pues bien es conocido que puntos con importancia estratégica son escenario, de forma repetida, de contiendas bélicas. En este sentido, el caso de Meggido en Israel resulta paradigmático, pues esta localidad ha sido escenario de hasta 34 confrontaciones armadas documentadas a lo largo de la Historia, desde su asedio por el faraón Tutmosis III el año 1479 a.C. hasta la Guerra del Yom Kippur de 1973 (CLINE y SUTTER, 2011: 161). Otra vez constatamos que M.A. Murado es proclive a poner en evidencia su ignorancia de cuestiones sobre las que opina de forma de tan alegre como poco fundamentada.

Pero su libro no sólo denota ignorancia y notorias deficiencias metodológicas, también pueden rastrearse intentos de engañar al lector. El ejemplo más notorio hace referencia, precisamente, a las tesis negacionistas de Ignacio Olagüe en el punto donde éste interpretó que la llamada Crónica mozárabe de 754 sería, en realidad, una composición tardía de los siglos IX- X d.C. M.A. Murado intenta reforzar su exposición así (en nota 1 en MURADO, 2013: 33 [214]):

Aunque [Roger] Collins otorga credibilidad a la Crónica mozárabe de 754, no deja de expresar su escepticismo por esta fuente, que es rechazada por muchos otros historiadores.

Un lector desconocedor de la obra del profesor Roger Collins, tras leer estas palabras, podría entender que este prestigioso historiador también cuestionaría la datación de este testimonio para el siglo VIII d.C. Nada más lejos de la realidad. El denominado como escepticismo por M.A. Murado del profesor Roger Collins contra este documento se circunscribe a su desconocimiento sobre los hechos de los últimos monarcas visigodos, reduciéndose su saber a lo descrito en la obra de Julián de Toledo; también reseñó que dicha crónica denota una ignorancia total de lo acaecido en Italia y en los dominios del regnum Francorum con la sola excepción de la batalla de Poitiers; circunstancia que, en último lugar, hace contrastar con su evidente familiaridad con los hechos del Imperio Bizantino y de los dominios del Califato de Damasco (ver COLLINS, 1989: 60-61). De la interpretación propuesta por Ignacio Olagüe para su datación tardía, ni rastro.

Pero en esta práctica fraudulenta de intentar engañar al lector, Ignacio Olagüe se mostró en su día especialmente audaz. En esta primera parte sólo nos detendremos en un caso que, dada la naturaleza de la segunda edición publicada por la editorial Plurabelle el año 2004, resulta especialmente esperpéntico. Presumiblemente de forma ingenua pero, en todo caso, de buena fe esta editorial decidió incluir en su edición la traducción de los textos en latín, inglés y francés que se incluían en la primera edición de 1974. Para ese menester, acudieron a los servicios de Antonio José Mialdea, tal y como se detalla en la misma edición identificándolo con las siglas AJM. En cierto momento (OLAGÜE, 2004: 348) Ignacio Olagüe expone su interpretación de unos textos de Álvaro de Córdoba (¿800?-861 d.C.). De momento, me limitaré a reproducir el texto de la segunda edición, siendo los fragmentos resaltados en negrita propios:

Adquiere para nuestra tesis este texto grandísima importancia, pues por primera vez aparece un testimonio hispano que hace referencia a la expansión del islam y a lo que ha sucedido en España: «Tria regna perdomuit, dum Graecorum, Francorum quae sub nomine Romanorum vigebant, provincias occupavit, et Gothorum Occidentallium colla vitrici planta calcavit» [Tres reinos dominaron, junto con los griegos, el de los francos que reinaron bajo dominio de los romanos, que ocupó Provincia, y el de los godos de Occidente que caminó con aire vencedor. AJM]

Contrariamente a la historia clásica, no nos describe Álvaro conquistas militares ni invasiones marítimas. Ni en esta obra ni en su biografía de Eulogio, ni en sus cartas, hace la menor alusión a la invasión de España por una potencia extranjera. De acuerdo con los principios que defendemos, nos describe un vastísimo movimiento de ideas, en su opinión subversivas.

Y poco después añade (OLAGÜE, 2004: 349):

3 Ha pisado con su pie victorioso y «pegadizo», es decir que atrae neófitos, las regiones de los godos occidentales. Es España la aludida.

No nos precisa Álvaro cómo esta acción se ha realizado. En otras palabras, confiesa que goza de un enorme poder de sugestión.

Inadvertidamente, los editores de Plurabelle ponen en evidencia como Ignacio Olagüe presentaba interpretaciones notoriamente manipuladoras de los textos que empleaba; su interpretación de la voz latina colla como «cola de pegar» o «pegadizo» sólo puede producir estupor. Por otra parte, la expresión de que el Islam caminó con aire vencedor en Hispania resulta de lo más elocuente por su cariz notoriamente bélico. Desgraciadamente, no es éste un caso único a lo que se refiere a los textos mozárabes, como el profesor A. García Sanjuán ha expuesto recientemente (ver GARCÍA SANJUÁN, 2013: 339-350).

Continuaremos, en una segunda parte de este ensayo, con una exposición de las manipulaciones negacionistas de la evidencia en las fuentes literarias. Y, en una futura tercera parte, haremos lo propio con la evidencia del registro material que actualmente se conoce de la Conquista árabe-bereber de la Península Ibérica.

Bibliografía

CLINE y SUTTER, 2011. Erich H. Cline y Anthony Sutter, «Battlefield Archaeology at Armaggedon: Cartridge Cases and the 1948 Battle for Meggido, Israel», The Journal of Military History, vol. 75 nº 1, pp. 159-190. Lexington, Va: Society for Military History (2011). Pp. 32.

COLLINS, 1989. Roger J.H. Collins, The Arab Conquest of Spain 710-797, Oxford: Basil Blackwell (1989). Pp. xii, 239.

GARCÍA SANJUÁN, 2006. Alejandro García Sanjuán, “Reseña: Emilio González Ferrín, Historia general de al-Ándalus. Europa entre Oriente y Occidente”, Medievalismo, Vol. 16 nº 16, pp. 327-332. Madrid: Sociedad Española de Estudios Medievales  (2006). Pp. 6.

GARCÍA SANJUÁN, 2013. Alejandro García Sanjuán, La conquista islámica de la península ibérica y la tergiversación del pasado. Del catastrofismo al negacionismo, Madrid: Marcial Pons (2013). Pp. 497.

MURADO, 2013. Miguel-Anxo Murado López, La invención del pasado. Verdad y ficción en la historia de España, Barcelona: Debate (2013). Pp. 230.

OLAGÜE, 2004. Ignacio Olagüe Videla, La Revolución islámica de Occidente, Córdoba: Plurabelle (2004, 2ª edición). Pp. 527. [1ª edición Barcelona: Fundación Juan March (1974). La 2ª edición incluye traducciones adicionales de los textos en latín por Antonio José Mialdea y textos en francés e inglés de René Palacios More.]

14 comentarios en “Ignacio Olagüe. Negacionismo e Historia

  1. Hay que tener muy dominada la materia para poder descubrir a un sofista. Me gusta el tono en el que está escrito el post y Ojalá profesionales como este pierdan poder mediático

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  3. Gracias por tu elogioso comentario. Desgraciadamente, en España ser un indocumentado no es un inconveniente para disfrutar de tribunas mediáticas; basta con seguir cualquier tertulia en la radio o la tele para constatarlo fehacientemente.

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  11. Buenas. Llevo un tiempo buscando un artículo donde se conteste con rigor a Olagüe y creo que por fin lo encontré. Yo he leído la edición de Almuzara, 2017. Recuerdo la cita del «colla» pero no lo localizo. Son paginaciones distintas. ¿Sería tan amable de indicarme el capítulo para poder localizarlo? Siempre defendí la invasión musulmana, pero este libro y el de Ferrín me hicieron plantearme cuestiones como la importancia que pudo tener el arrianismo popular y el papel de la ignorancia sobre cuestiones de evolución de «ideas-fuerza» que pudieran tener un siglo y medio después de los hechos. Quiero seguir aprendiendo sobre el tema para no dejarme engañar. Gracias

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